Porqué el Vaso de Rubin

 Porqué un VASO DE RUBIN en portada

Desde el título “yunta informe” ya hay una ambigüedad que se me antoja asimilable al VdR, por lo que la elegí como “logo” del blog.

El almacén

Nuestro cerebro se va alimentando a través del tiempo con información de imágenes, entre muchas otras cosas. De ello dependerá la asociación que luego hagamos respecto a una nueva imagen, que tendemos a relacionarla con alguno de los elementos archivados en ese stock de conocimientos, a los que indudablemente también se asignará un orden de importancia. 

La interpretación de una imagen no será, en muchos casos, bastante subjetiva y dependiendo a la similitudes encontradas en “ la base de datos” disponible.

Cuando hice el montaje de la foto que uso en el blog, elegí para fondo el atardecer en Mar Chiquita simplemente porque sí, por no usar sólo en un plano monocromático y liso. ¿Veo el atardecer? ¿Veo la copa? ¿Veo los perfiles enfrentados? Tres opciones, combinadas o individuales. Pero hay más: ¿Alguien verá  un amanecer? ¿Quizás un cáliz con la Hostia consagrada? Las perspectivas comienzan a multiplicarse.

¿Hay una única realidad o varias?

Como no lo sé, juego con una hipótesis: ¿No será, “simplemente”, que no estamos capacitados para captar la complejidad de una única realidad?

Es fácil entender que no podamos ver todo el espectro de variables de un tema, porque en el almacén sólo contamos con cierto “stock” y a él nos atenemos, no hay otra posibilidad. Lo que me cuesta entender es por qué es tan difícil abrirse a la posibilidad de percibir otro punto de vista, o al menos aceptar que haya otra persona que visualice algo que yo no.

Sería un buen ejercicio aprender a escuchar, en todo el sentido que esta palabra conlleva. Alguna vez usé un concepto que me pareció interesante, respecto a las bondades de la discusión constructiva: “debemos apoyarnos en las coincidencias en vez de atrincherarnos en las diferencias”.  Las diferencias deben enriquecer, no hacernos miserables. Deben construir, no destruir.

Por eso le temo tanto a los fanatismos: el fanático no puede ni quiere ceder un céntimo de su postura. Quizás porque cree que es dueño de la verdad absoluta, lo que ya se insinúa como un error, o quizás porque teme que ceder signifique debilidad ante quien considera su enemigo. El fanático es sordo y ciego, aunque no mudo: habla, grita, explota. Y esto no es bueno para el  individuo ni para la sociedad que aquéllos componen. La historia está llena de pruebas de ello.

Quizás sea porque somos débiles y nos apoyemos demasiado en nuestras posesiones, entendiendo al “stock de conocimientos” también como tal. Si cedo, disminuyo mi posesión y al hacerlo pierdo el apoyo y el equilibrio, parece ser la percepción del caso.

El que pega primero, pega dos veces

Me resulta curioso también la importancia que le asignamos al primer impacto o primer contacto acerca de un tema: automáticamente pasa a ser Verdad Revelada. La opción “copa” fue primero: negaré o al menos me costará mucho, muchísimo aceptar la opción “perfil”. O viceversa.

Fanatismo y convicciones

Gran diferencia: las convicciones nos permiten mantener una línea de conducta, nos dan parámetros sin los cuales es muy difícil moverse. No obstante, una convicción no rechaza escuchar opiniones. Por el contrario, las busca porque de ese modo pueden enriquecerse o quizás –porqué no- descubrir que estábamos equivocados. 

El fanatismo también nos marca una línea de conducta, sin duda. Pero es impermeable a cualquier idea distinta, y eso sí es pernicioso.

Lo que me gustaría

En lo personal, yo quiero, deseo, anhelo construir la capacidad de ver copas y poder escuchar a quienes ven rostros, o viceversa. ¡Cuánto mejor si lograra ver ambos! 

En lo social, me conformaría con que podamos mantener el respeto por el otro aunque no logremos ver lo mismo. Y eso, me parece, nos recuerda el Vaso de Rubin.

 

Luis R. Maderuelo

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El problema del mundo es que los tontos y los fanáticos siempre están muy seguros de sí mismos, pero la gente más sabia está llena de dudas. Bertrand Russell

Es más fácil engañar a la gente, que convencerla de que ha sido engañada. Mark Twain