jueves, 7 de marzo de 2013

TRATAMIENTO


Don Tolosa miró el papel del turno, donde estaba anotado el número de consultorio. Lo ubicó rápidamente y se sentó a esperar.

De apariencia sólida aunque no obeso, de cabellos canos y aún abundantes, buena altura, sus 70 y pico de años no se reflejaban del todo en su figura. Mucho menos en su subconsciente.

Don Tolosa era de esas personas orgullosas, que no se doblan; ni espiritual ni físicamente. Esas personas que mantienen un porte severo aunque sin arrogancias.

Esperó correctamente viendo cómo la puerta del consultorio se abría dos veces. Una para que saliera una persona y otra para que sea llamada otra que no era Don Tolosa. Por fin, la puerta se abrió una tercera vez y la joven odontóloga miró su listado, levantó el rostro y pasando la vista casi mecánicamente por la sala de espera llamó en voz alta: ¡señor Tolosa, Víctor...!

Don Tolosa se puso de pie, se acomodó un poco su saco y entró al consultorio. Tras los saludos de rigor, Lucía, la odontóloga, sugirió: Mire señor, allá tiene un percherito... le sugiero que para estar más cómodo deje allí el saquito y comenzamos...

Sabido es que en el norte argentino (o por lo menos en el noroeste) acostumbramos a "diminutizar" cuanta palabra sea posible.

Bien. Dijo parcamente don Tolosa, obedeciendo la sugerencia.

A ver, vamos a ver la fichita odontológica, a ver qué tenemos de antecedentes....  dijo Lucía mientras miraba la ficha y hacía unas anotaciones en los registros de la computadora.

Bueno, cuénteme qué me le está pasando... preguntó al tiempo que giraba la butaca ésa que tienen los odontólogos, para colocarse de frente a su paciente. Don Tolosa le explicó sus dolencias y ella puso manos a la obra.

A ver, abra la boquita, por favor... eso es... un poquito más, ¿puede?  Ahá....  mire, le voy a tirar airecito y Ud. me avisa cuando le duela, ¿sí?  ¿Ahí duele un poquito, no? bien...

Todas estas frases, con las mudas respuestas de don Tolosa se sucedieron en varios minutos de observaciones...

Ya dije que don Tolosa era orgulloso y mantenía su porte, así que el incipiente fastidio que sentía no era notado por Lucía, o bien, al fin y al cabo, sí lo notaba, aunque es natural que los visitantes de un consultorio odontológico no disfruten precisamente de su estada en ese local, salvo los visitadores médicos y los cobradores.

Concluido el estudio, Lucía apresta el equipo de rayos mientras le avisa: don Tolosa, vamos a tener que hacer una plaquita... hay una cariecita que está afectando dos muelitas y necesitamos saber hasta dónde llega...

Don Tolosa se removió un poco en el sillón esta vez, pero aceptó nuevamente en silencio la gestión que debía hacerse.

¡Listo! Espere un ratito mientras revelamos, por si hay que sacar otra. Un ratito, nomás, por favor...

Terminado el revelado de la placa, Lucía fue hasta el escritorio y comenzó a preparar la orden de consulta, mientras le anunciaba:  Bueno, ya está por ahora. Le hago la ordencita para que la haga autorizar y le avisa a Gaby, la secretaria, para que queden de acuerdo cuándo debe regresar, así comenzamos el tratamiento. Es sencillo, no se preocupe... y le doy la receta de unos calmantecitos por sí hay un poquito de molestia hasta que empecemos...

Don Tolosa ya no pudo más.

¡Oiga! -espetó- ¿porqué tiene que hablarme así? Mire, doctora, no soy una criatura para que me trate como tal...  parece que a la gente mayor hay que tratarla como criaturas...

Lucía miró sin entender, haciendo una pregunta con el gesto

¡Sí! Que la plaquita, que la muelita, que el saquito...  ¡no soy una criatura! Amplió su rezongo don Tolosa.

Realmente, don Tolosa estaba muy ofuscado... equivocadamente, tenía herido su orgullo de hombre sólido y fuerte ante el aparente trato diferencial motivado por su edad... y la expresión fue bastante dura, inusual en él.

Lucía se sorprendió ante el exabrupto y le explicó que ella hablaba así a todo el mundo, que no era un trato excepcional con él por motivo alguno... que no se imaginaba que pudiera molestarlo tanto.

No muy convencido, don Tolosa se calzó su saco, recibió la orden de consulta y la receta, saludó parcamente y se retiró del consultorio, dirigiéndose a recepción.

¿Señorita Gaby? Preguntó, extendiendo la orden a la única persona que había en el lugar, quien sin duda sería la tal Gaby.

Gaby miró la orden, miró a don Tolosa con su mejor sonrisa maternal y le preguntó:

¿Para cuándo el turnito?  

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Luis R. Maderuelo

Nota: El cuento nace a partir de un hecho real, sólo alterado en algunos detalles que lo visten un poco. Pero el caso se dio -con esa salvedad- tal cual. Data de agosto del 2002 y fue subido a juntapuchos en su oportunidad.

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