El "Trolebús"
En el año
1955 se inauguran en Tucumán los "Trolebuses", o "Troles".
Se trataba de vehículos eléctricos que se alimentaban de energía a través de
dos cables que eran elevados por resortes hasta el cableado que colgaba de
sendos postes de cemento al costado de la calle.
A
diferencia del "Tranvía", el "Trole" debía tener dos
cables: uno para el positivo y otro para el negativo. El Tranvía sólo
necesitaba el positivo, ya que el negativo o "tierra" lo tomaba
directamente de las vías a través de sus ruedas de hierro.
Fotografía de "La Gaceta". Muestra la llegada de los trolebuses a la rotonda del pie del cerro, en Yerba Buena.
Sobre el techo, los
"tiradores". Un resorte los elevaba hasta que enganchaban
en el cableado eléctrico de la calle.
A pesar
de que mucha gente se quejaba del "Trole", yo tengo muy buenos
recuerdos de él: un transporte que protege la ecología, silencioso, económico,
de energía renovable y muy cómodo, aunque hay que reconocer un aspecto que
podía transformarse en algo sumamente grave: los accidentes que se produjeron
en los días de lluvia, cuando el exterior del "trole" se electrizaba
como consecuencia del agua. Supongo que la falla no era de diseño, ya que
en muchas ciudades (Como Córdoba, por ejemplo), los "troles" siguen
funcionando eficientemente.
Además de
que "el troley" era en sí toda una novedad, había un detalle especial:
en la parte posterior una leyenda advertía a los vehículos que venían detrás:
"Ojo: Servo freno".
En Yerba
Buena, la línea llegaba hasta "el pie del cerro", donde debió hacerse
una rotonda para que puedan retornar. Recordemos que su maniobrabilidad está
limitada al cableado disponible. En ese sentido se limitaba como el tranvía,
pero a favor, estaba la posibilidad de "esquivar" un auto
estacionado, por ejemplo.
En esa
época, la Avenida Aconquija era de una sola mano: la que actualmente es la mano
"sur", o sea con el recorrido "Oeste - Este". Esto hacía
que en el momento que se encontraban un "trole" que subía con otro
que bajaba, uno de los dos choferes debía bajarse, y tirar de unas cuerdas para
descolgar los cables, y de este modo permitir que el otro vehículo lo
sobrepase, ya que se usaba el mismo cableado.
Cuando
esto sucedía, decíamos que el chofer "iba a bajarle los tiradores" al
troley. Quejosos como somos y fuimos siempre, recuerdo el
"huuuuu....." casi generalizado de los pasajeros cuando se veía venir
al otro coche en dirección contraria; sobre todo, cuando se sabía que
"su" trole era el que debía "bajar los tiradores" y así
demorar el viaje un par de minutos más. Poquísimos, pero suficiente para que
los impacientes desinflaran su "huuuuu....".
Como
generalmente ocurría con los organismos del estado, este medio de transporte
daba pérdidas al estado (¡¿?!), aunque en manos privadas es un medio que da
utilidades en cualquier parte del planeta. Conclusión: debido al déficit, este
buen medio de transporte es levantado en 1962 con la liquidación de la
Dirección Provincial de Transporte.
Nota: en
el límite Este entre Yerba Buena y San Miguel de Tucmán, "El Cristo",
o sea en la intersección de Camino al Perú, Avenida Aconquija, Mate de Luna y
Alfredo Guzmán, también se hace otra rotonda que permitía a algunas unidades
retornar hacia "el centro". Recuerdo una excelente fotografía
en la que "El Cristo" se veía rodeado por esa extraña corona de
cables. No pude conseguirla y si alguien la tiene, agradeceré la envíe
para su publicación.
El “Cajón”
Para
conocer esto tenés que:
1) Haber
vivido de Yerba Buena.
2) Tener más de cincuenta años.
Era la
época del 102 peor que la actual. ¡Sí, chicos! peor que la actual. Venían cada
40 minutos y eran tan pocos coches que los conocíamos. "Carlitos", el
más "facherito" de todos, pero no muy cabedor que digamos.
Y de
todos, el más famoso: "El Cajón". Su nombre le fue asignado por su
extraño parecido a un féretro. Generalmente no tenía vidrios en sus ventanas y
estaba bastante destartalado, pero tenía tres grandes ventajas: una de ellas,
era "cabedor". La segunda, su mecánica. Increíble, pero no fallaba
jamás. Los otros, sí. Por todo eso, la frase obligada cuando lo veíamos llegar
desde la parada, era más o menos ésta: "¡Huy! ¡viene el cajón! pero
bueno, ahora entramos todos y llegamos seguro."
Vos que sos joven y te quejás (todavía con razón), ahora no te quedás varado en
la "cola" del bondi. Antes, eso era una especie de lotería. Una sorda
angustia te hacía relojear la cola y calcular hasta dónde el fercho diría la
frase fatídica: "¡¡No suben más, esperen al otro!!"... con lo
que los desafortunados tenían (teníamos) que continuar haciendo cola para
esperar al otro coche. Como el "cajón" era grande, ahí entrábamos
todos, seguro.
La tercera ventaja merece un punto aparte: su chofer. No recuerdo el
nombre, pero era un hombre menudo, calvo, con un humor excelente. Daba gusto
subir y encontrarse con su sonrisa, con sus bromas, su cortesía, su buena onda
con todo el mundo y sobre todo, su orgullo de tener a su cargo el único coche
que no se rompía nunca. Este chofer disfrutaba horrores cuando el coche
"de adelante" se rompía y debíamos hacer trasbordo a "su"
coche... y mientras subíamos, siempre decía... "ahí está, ¿ven? que el
cajón no sirve, que el cajón es feo, pero cuando los otros se rompen el único
que los salva es el cajón". Me gustaba su humor. Me gustaba su
orgullo.
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Mi amigo Luis F. Cartes me aportó el apellido del chofer: Artaza. Además de eso contó una anécdota que cabe compartirla aquí: cuando siendo muy chico tomaba el colectivo de Artaza, miraba atentamente cada movimiento del conductor: cómo coordinaba los pedales, la secuencia de los cambios y cada detalle del proceso de conducir. Con eso, aprendió a manejar y comenta que cuando le tocó ponerse frente a un volante, bastó recordar esas "lecciones" que -sin saberlo- le había obsequiado don Artaza y manejó como si siempre lo hubiera hecho.
Gracias Luis Cartes, por el dato y por tan simpática anécdota.
Una
referencia al transporte público en “La Nota del Día”
“La Chanchita”
Y ya que
estamos, sigamos con los bondis de antaño. Estaba la otra línea, la de "La
Rinconada". Era la línea 61 por aquel entonces. Se manejaba con
viejos coches con modelos de camiones de parecidos a ésos que se ven en las
películas de la segunda guerra mundial, ésos ñatos y cortitos. En realidad, me
dijeron que se trataba de un modelo de Fiat y no de la guerra. El caso es que
si a un mionca de ésos le ponés la sotana de colectivo, queda una especie de
croqueta, una especie de chizito, pero en esa época no había chizitos, así que
se lo apodó "La chanchita".
Subir a la chanchita era una lotería. Había un alto porcentaje de
probabilidades de quedar varado en medio del camino. Motivos no faltaban.
¡tantos elementos mecánicos hay dentro de un ómnibus!
Chofer y pasajeros lo sabían. Era algo habitual, casi... folklórico, diría yo.
Por eso, cuando la chanchita se balanceaba atorada de pasajeros, dos o tres de
ellos sobresaliendo de la carrocería y con la punta de los zapatos pisando el
estribo más bajo mientras los brazos estirados permitían que las manos puedan
asir las manijas "ad hoc", de pronto comenzaba a surgir un humo
blanco que... no, no te confundas... nada que ver con el Vaticano (sin ser
irrespetuoso). Era el vapor de alguna manguera del radiador que se rebelaba a
seguir prestando servicios en los veranos tucumanos... y dejaba fluir el
líquido en su estado fantasmal. (gaseoso, dicen algunos.)
En ese momento, el fercho bajaba y decía, simplemente:
¡No anda mássssssss! y la tropa debía bajar, ora al frente de la
maternidad, ora en el "camino del Perú", o en cualquier otro
insospechado punto de evacuación obligada de la nave.
Me pregunto dónde estará la chanchita ahora. ¿habrá llegado a ser alguna
reciclada lata de duraznos, tal vez?
Si, ya
sé. Me entusiasmé con los bondis. Esta vez algo cortito: El Serrano. El bondi
que te llevaba a San Javier. Coche único durante mucho tiempo, y por ahí creo
que hubo dos. No sé si más. Si estás leyendo y lo sabés, corregime.
El Serrano
era un Bedford rojo con algunos vivos de color en su decoración, que supo ser
el indiscutido medio de transporte a las bellezas de San Javier pero que se
quedó en el tiempo. No pudo, no quiso o no supo avanzar con los tiempos y los
coches cada vez estaban peor.
Yo recuerdo -esto es real, créase o no- que una
vez bajé del cerro con el bondi sin volante. ¿Lo qué? Pues... sí, así como lo
leés. El bondi no tenía volante. El eje del volante tenía cruzado un trozo de
palo de escoba, lo que configuraba una suerte de manubrio colectivístico y, si
tenés en cuenta que el camino al cerro no es precisamente un camino recto, te
imaginarás la habilidad que debía tener el fercho para hacer que todos
llegáramos a Yerba Buena por la vía del pavimento y no por una brusca cortada
involuntaria desde el costado del camino.
Si lo viviste, contámelo, así tengo más testigos de que esto es verdad.
Desde luego que la historia del trasporte público en Yerba Buena es mucho más rica y más antigua que la que aquí menciono. Sólo se trata de contar algunas anécdotas sin más pretensiones.
=)
ResponderEliminar¿Hay fotos del trencito?
ResponderEliminarAcabo de subir una foto de La Gaceta.
ResponderEliminarTambién agregué un link que amplía el tema del transporte incluyendo a San Miguel de Tucumán.
Muy interesante!! Buenisimo
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