Chicos genéticamente evolucionados
¡Increíble cómo son de
inteligentes los chicos de hoy!
Habrá escuchado Ud. esta frase más de una vez. Bastante seguido, incluso. Y no lo niego, pero….
Si hay un "hoy", debe haber un "ayer". Empecemos por definir qué es hoy y qué es ayer. Hagamos una convención: digamos que el hoy son las generaciones de hasta los… 12 años, el ayer sus padres y agreguemos un “antes” en sus abuelos. Digamos que el ayer será una especie de transición y hablaremos en función del “antes”. O sea, los actuales abuelos cuando niños.
Convenido este punto, veamos los argumentos que explican estas diferencias evolutivas:
- a) Sí, ¡parece que ya vienen evolucionados genéticamente!
- b) Son los dibujitos, ahí aprenden un montón de palabras y cosas
- c) Hay muchos programas educativos muy buenos, los chicos aprenden un montón ahí
- d) Están muy estimulados por la información
Ok, todo muy bueno. No se puede negar que un poquito de cada cosa puede ayudar, sin duda.
Pero veamos lo de “la diferencia”. Se mencionaron los “pro” de estas generaciones. Pero, ¿alguien pensó en las “contras” de las generaciones “de antes”? Verdaderas campañas antievolutivas que desempeñaban los mayores contra estos indefensos seres, que veníamos a ser nosotros cuando éramos niños. Si no lo cree si es joven, o si no lo recuerda si es mayor, fíjese, mire, pase y vea:
Tía arriba de visita al domicilio de la víctima: (que puede tener de 4 años para abajo) ¡¡¡Aahhh, cochita lina, qué hache cholito tanmunito munito munito cochita delatía!!! Tras lo que se sucedía un montón de afectuosos pero inmovilizadores besos y abrazos, como para anular estratégicamente cualquier intento de actividad intelectual de la víctima, que ya de por sí está en estado de shock por el ataque sorpresa.
Madre dando de comer: Aba boquita, aba boquita, viene avionchito con papita pala nene, viene avionchito, miá, miá avionchito, ohhhh, ohhh, avionchito!!! (mientras esgrime una cuchara haciendo innecesarios movimientos en el aire y agrega:) bbbbbbmmmmmm bbbbmmmmmmm yica papita mmmmmmm!!!! ¡¡¡Qué yicoyicoyico!!
Dice esto mientras le zampa un compuesto de zapallo, papa, huevo duro, zanahoria y quizá alguna carne desmechada a lo que llama simplemente, “papa”. El concepto no está mal para aplicarle a un loro, pero vamos, que la desinformación aportada a la víctima es una verdadera campaña antievolutiva, a saber: confusión idiomática, falsa información en nutrientes componentes de la pitanza, identificación errónea de aparatos voladores (aviones), publicidad subliminal ilegal de los elementos provistos y probablemente, no siempre, ingesta excesiva de calorías en circunstancias de la distracción de la víctima, que trata de identificar ese ovni con forma de cuchara, con movimientos oscilantes alternados con suspensión aérea onda helicóptero pero que le dicen que es un avión cargado con papa.
Todo eso, como mínimo.
Madrina, visita, programa: paseo. El niño o niña puede llamarse Rigoberto, María de los Ángeles, Carlos Francisco, Mónica Beatriz o como quiera. No se moleste, la madrina lo llamará “Bubi” o “Pipi”, por dar ejemplos. Muy lejos de eso, no estará.
Ahhhh,,,, qué monito (en español se traduce “bonito”) etá Bubi, ¿poque vapacheá? Chí? Bubi va a pacheá con madina? Chí? Galimatías desarrollado mientras el niño mira con los ojos desorbitados en un enorme esfuerzo para tratar de deducir qué carajo significan esos sonidos emitidos por ese ser que, en una operación de pinzas y sin previo aviso, invade abruptamente su espacio personal, con los brazos extendidos hacia él mientras los dedos se flexionan y enderezan continuamente como tentáculos activando algún hipnotizante ritual de atracción.
El niño no logra identificar esos extraños sonidos, por supuesto, así que debe confiar en la intuición del lenguaje gestual para saber si lo que tiene presente es un elemento hostil que puede atacarlo o si –con cierta prudencia- puede confiar en él.
Según surja de este último proceso, el niño puede esbozar una tímida e insegura sonrisa, que la madrina reflejará multiplicada en su rostro, tratando de afirmar que hay una aceptación absoluta y desbordante cariño de su ahijada o ahijado. Pero, puede que el niño sea más profundo en su análisis, intuya el peligro y reaccione con un puchero, seguido de un llanto desconsolado mientras busca protección en los brazos del padre, madre, tutor o encargado más cercano en ese momento. Craso error del inocente. El padre, madre, tutor o encargado devolverá a la víctima diciendo cosas como ¿qué pacha, qué pacha, ¡elamadina!, ¡¡bechito a la madina, bechito, chí!!
Salvo el pataleo y no por mucho tiempo, la desventaja física en la que se encuentra el niño terminará con su resistencia y partirá, allende las calles, gorrita con visera para limitar más su visión, portado por el enemigo y sin certeza de horario de regreso.
¿inteligentes los chicos de hoy? Puede ser, puede ser. Pero machos como nosotros, ¡¡ninguno!! Y no digo machos en el sentido sexista, uds. me entienden. Este calificativo también cabe para cualquier lado que se hayan ido los genomas. ¡¡Había que ser macho para sobrevivir a esto!! ¡Ya los quiero ver a esos intelectualitos de hoy, nerdcitos con todo servido, a ver cómo reaccionarían en caso de ser sometidos a tamañas arremetidas!
Pero volvamos al paseo. En la calle serán inevitables algunas o varias expresiones de las siguientes:
Ohhh, miá, miá, ¡¡¡ato, ato!!! Brrrrrrrrmmmm, brrrrrmmmmm!!!! (recordemos que en la época de la que hablamos, los automóviles no eran súper abundantes y en algunos pueblos, hasta escasos y raros, ¡pero tampoco era para tanto, hombre!).
Miá que lino babau!! ¡hola babau, dechile, hola babaaAAAaaau! ¡¡qué lino babaaaAAAaaau!! (eso surgía cuando se daba el avistamiento de un extraño animal al que hoy le decimos “perro”).
Y si el paseo incluía calesita, ¡Ay! Ya se llegaba a la máxima ofensiva impuesta por el adulto responsable: porque hoy, las calesitas tienen caballos, autos, algún que otro cisne y aviones. En esa época había “ico ico, brmmmm, miápatito…” y el avión más o menos zafaba porque exigiría ya un gran esfuerzo distinguir entre el brmmmm de un auto y el brmmmm de un avión. No era posible llegar a esa distinción, y ahí se salvaba.
¿Y sabe una cosa? ¡Sobrevivimos a eso! Incluso hasta logramos aprender a hablar. Eso sí, que nos costó, nos costó. Aprendimos dos lenguajes: esa especie de intento de esperanto para infantes y por fin, las traducciones al español tradicional al que tanto aportó el libro “UPA” entre otras respetables bibliografías de transición.
Así que, amigo mío, no me vengan con que los chicos de hoy son inteligentes sólo por evolución genética o cualquiera de las otras razones, que sí, ya acepté pero sólo en una pequeña parte. La mayor ventaja de las generaciones actuales está en nosotros, los sobrevivientes de las otras, que los liberamos de estas complejas prácticas afectivas.
PD: A todas esas tías, madres, madrinas: ¡Gracias! Gracias por cada palabra que dijeron, cada abrazo, cada beso que fue dado con tanto amor, que se sentía y hoy se valora. Gracias por el avioncito, gracias por la papa, el paseo y la calesita. Porque sé que ustedes saben que todo es una simple chanza usada para evocar hermosos recuerdos y sobre todo, el gran amor que supieron transmitir.
Luis R. Maderuelo Roig, noviembre de 2020
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